Si no me comprendo, jamás podré comprender a los demás: El Estoico
José Andrés Guzmán Soto
Con bastante frecuencia somos muy dados a hacer juicios, a veces con muy poca información y otras con poca razón y mucha emoción; juzgamos los hechos, actitudes y acciones de las personas,criticamos las opiniones de otros, las ideas de los demás en especial si no estamos de acuerdo con ellas; hacemos juicios sobre lo que sucede en nuestro entorno local, en el país o en el mundo a partir de nuestra visión. La crítica puede tener dos caras: la negativa y la propositiva.
La crítica negativa es aquella que sólo destruye, descompone y generalmente viene, no de un buen análisis de la situación o de las actitudes de los criticados, sino de la amargura que lleva dentro quien critica, destilando su dolor, su rabia, su fracaso con sus palabras negativas y destructoras, llenas de envía y rencor ante quien ha logrado mejor calidad de vida. Esta crítica es la que más daño hace a la sociedad y a las personas porque el veneno de su crítica mata el honor y la vida de no pocas personas.
La crítica propositiva es aquella que analiza, reflexiona y busca mejoras para una situación, acción o actitud,tratando de ser justo en sus juicios y en la búsqueda de un bien mejor. Toma en cuenta que es la visión de una persona o de un grupo y con posibilidades de error en sus apreciaciones. Es la razonable reflexión sobre una realidad compleja o una actitud divergente. Todo visto con la perspectiva de que no es una verdad absoluta, sino un juicio razonado con la humildad de una perspectiva personal o de grupo.
Sin embargo, hay otra crítica que muy pocos practican por múltiples razones o pretextos: la autocrítica; es decir, el poner en la balanza de la vida lo que hacemos, lo que decimos, la forma de nuestro actuar y de relacionarnos con los demás, nuestra visión de la vida, del mundo, de la realidad que vivimos a diario.
Nos cuesta mucho trabajo hacer una autocrítica porque como dice la filosofía popular “para los demás somos de manga corta, pero para nosotros mismos somos de manga ancha” y buscamos miles de pretextos para justificar nuestras acciones u omisiones, para no ser generosos, no ser justos, ofender a otros, solapar nuestros vicios y ocultar nuestras debilidades; en una palabra, ser honestos con uno mismo.
Pero no olvidemos, que solo reconociendo nuestras debilidades las superaremos; sólo reconociendo nuestras fortalezas las podremos mejorar; sólo reconociendo nuestra imperfección podremos comprender a los demás. Ser honesto con uno mismo es el primer paso a la sabiduría y a la paz.